La transformación digital es una realidad que se desarrolla a pasos agigantados: tan solo el año pasado, su popularidad creció en un 50% según datos de Google Trends.
Ello evidencia la progresiva importancia de invertir en nuevas tecnologías, reestructurar modelos de negocio, abrirse a nuevos mercados y diseñar procesos que permitan competir en un entorno dinámico.
Atravesamos por un momento en que todo está volcando hacia lo digital, y las empresas lo saben. De hecho, en un mundo regido por los datos en la nube, móviles, social media, Internet de las cosas (IoT) e inteligencia artificial, es indispensable que las empresas se transformen para estar en contacto con una nueva generación de usuarios. Pese a ello, tan solo el 26% de las compañías se consideran completamente listas para llevar a cabo esta transformación (Accenture Digital, 2015).
En este sentido, a finales de este 2017, dos terceras partes de los CEOs de las compañías situarán la transformación digital en el centro de su estrategia corporativa (IDC FutureScape). De igual forma, de acuerdo a Progress, 55% de las empresas están conscientes que tienen un plazo de un año para realizar cambios digitales considerables antes de sufrir pérdidas financieras o quedarse atrás respecto a sus competidores.
Atendiendo a estas cifras, no debe extrañarnos que cada vez más ejecutivos se encuentren apurados por llevar a cabo esta transición de la forma más eficiente y con una inversión en medios digitales que se adapte a su presupuesto.
Así, para llevar a cabo una transformación digital exitosa, es indispensable conocer al público objetivo, sus comportamientos y preferencias. Saber qué esperan los nuevos consumidores, sus necesidades, los factores que influyen para su toma de decisiones, cómo realizan compras online, en dónde se localizan y por qué canales podemos alcanzarlos, son datos que nos permitirán realizar una transformación exitosa.
Es importante establecer una meta: a dónde queremos llegar con este cambio. Por ejemplo, incrementar la productividad, facilitar la presentación de productos y servicios a los clientes, agilizar las transacciones, fomentar la apertura a nuevos mercados, reducir costes operativos, gestionar información de forma más eficiente, etcétera.
Establecer una estrategia digital que nos permita llegar a los objetivos que nos hemos propuesto no se consigue de la noche a la mañana. Por ello, es indispensable establecer una cronología de procesos, para saber con claridad cómo avanzar y qué corregir o modificar sobre la marcha.
Toda compañía exitosa necesita derribar la barrera entre negocio físico y digital. Para ello, es indispensable realizar una inversión en medios digitales adecuada y contar con personal capacitado.
Los directores de marketing deben ser los encargados de dirigir a la empresa hacia la transformación y determinar la estrategia digital que los conectará con los nuevos consumidores. Mientras más capacitados estén los empleados, más fácilmente se adaptarán a las nuevas tecnologías.
Para que una compañía pueda llevar a cabo una transformación digital exitosa, debe ser capaz de integrar algunos elementos que antes trabajaban prácticamente sin colaboración entre ellos: los responsables de la Web, los encargados de analítica, los de social media son solo algunos de los elementos a aunar.
Esta transición debe involucrar a toda la empresa, adoptando una nueva mentalidad y trabajando en conjunto para facilitar la adopción de nuevas tecnologías.
Parte de las ventajas de llevar una empresa hacia el mundo digital es que existen infinidad de herramientas para incrementar la productividad, automatizar procesos operativos, facilitar el manejo de información y el monitoreo de los procesos.
Sobre este último punto, es indispensable llevar un control sobre los procesos para así saber si vamos por buen camino o si es necesario corregir el rumbo.
La transformación digital no es una tarea fácil. Lleva tiempo y recursos, y debemos estar conscientes de que sus beneficios se materializarán a largo plazo, pero es algo que debemos hacer cuanto antes si queremos mantenernos dentro del tablero de juego, es decir, ser una empresa de peso en el mercado actual.